Encontramos nuestro vagón mientras un agudo silbido suena a lo lejos. De repente, un movimiento nos empuja y comienza el traqueteo inconfundible bajo nuestros pies, miramos a nuestro alrededor y el paisaje cobra vida. Entonces tomamos asiento porque nuestro viaje ha comenzado.
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02 marzo, 2014

EL EXPRESO CELESTIAL

Durante siglos, los pueblos se han sentido cautivados por la leyenda tibetana del “Shambhala” o “Shangri-La”, una tierra remota escondida tras las montañas del Himalaya. Por ella circula uno de los míticos trenes asiáticos, el Shangri-La Express, que reproduce el viaje de las caravanas por la antigua ruta de la seda.

Mil kilómetros separan Kashgar, en el lejano oeste chino, de Urumqi, capital de la inmensa y desértica provincia de Xinjiang. Allí se localizan las formaciones geográficas más fascinantes como las Montañas Celestiales, la depresión de Turfán y los “yermos ululantes” del desierto de Taklamakán. La ruta se puede afrontar de dos maneras: a bordo de unos trenes lentos, atiborrados de pasajeros y mercancías. Y a lomos del Shangri-La Express, un tren de lujo que enlaza Pekín y Urumqi en un viaje de diez días a través del Desierto de Gobi y la Planicie tibetana, y que a su vez permite enlazar con el llamado Golden Eagle para finalmente alcanzar Moscú. Asimismo, el sistema férreo posibilita conectar Hong Kong con Lhasa en el Tíbet de modo que el viaje se llega a prolongar una semana más.
valle de Shangri-La
Shangri-La es un antiguo territorio tibetano en el noroeste de Yunnan, capital de la prefectura autónoma de Diqing. Originalmente conocido como Zhongdian este lugar adoptó el nombre de un legendario paraíso perdido en un intento por atraer visitantes a la zona. Así, en 2001, las autoridades chinas lo renombraron Shangri-La, en alusión a la tierra ficticia descrita por J. Hilton en 1933 en su novela El horizonte perdido. Hogar de templos remotos, atesora un paisaje accidentado y da inicio al mundo tibetano. El gran atractivo de la región radica en su monasterio budista, el Songzanlin, conformado por una veintena de templos y un centenar de casas en las que habitan alrededor de trescientos monjes residentes.
Aunque rodó su primer tramo desde Pekín a Urumqi en 1985, el Shangri-La Express como tren de lujo fue inaugurado el 1 de julio de 2006 por el presidente chino Hu Jintao. A través de más de cuatro mil kilómetros avanza desde la capital del país (a cuarenta y tres metros de altitud) hasta el llamado “Reino de las nubes”, el altiplano tibetano, localizado a unos cuatro mil metros de altura. Actualmente, es la Golden Eagle Luxury Trains Limited quien opera este espectacular recorrido ferroviario bautizado como “La ruta mágica al cielo”.
Ruta completa que combina los trenes Golden Eagle y Shangri-La
La partida tiene lugar a las 10.40 horas, en la estación ferroviaria Pekín oeste. Un emplazamiento que deslumbra tanto por su diseño austero y contemporáneo como por sus abrumadoras dimensiones y su pulcritud. El tren aguarda en la plataforma número tres. En el andén el viajero es recibido por afables azafatas de uniforme azul marino y guantes blancos que estarán a su disposición a lo largo del viaje. Equipado con cabinas presurizadas y ventanas reforzadas, los camarotes cuentan con dos literas y un sillón y han sido decorados con maderas de caoba, telas blancas, y lámparas doradas en un cierto aire minimalista. El tren dispone de dos comedores que ofrecen un menú variado, internacional, aunque con predominio de la cocina local.
La primera parada tiene lugar en la ciudad de Luoyang, que, fundada en el siglo XI a. C., es una de las siete antiguas capitales de China. En su museo se descubren las huellas de un pasado glorioso: colecciones de figuras de cerámica tricolor de la dinastía Tang y esculturas de bronce de las dinastías Shang y Zhou. El siguiente alto en el camino, en la quinta jornada de travesía, tiene como escenario la famosa ciudad de Xian, con sus impasibles y silenciosos soldados de terracota, designados para proteger la tumba de Qin Shi Huang, el primer emperador. 
Tras dejar atrás a la ciudad de Lanzhou, el paisaje que nos rodea se torna árido y seco, y se comienzan a ver las primeras tiendas de los pastores nómadas y los yaks típicos de la vida en el altiplano. Un poco más adelante se alza la ciudad de Golmud, donde se vislumbran las primeras nieves eternas. Allí se cambia de tren para hacer frente a las últimas catorce horas de travesía: 1.142 kilómetros restan hasta el Tíbet. Es el trayecto ferroviario que, como ya vimos en este blog, circula a más altura del planeta, ya que en la mayor parte de su recorrido no desciende de los cuatro mil metros. De hecho, la línea alcanza los 5.072 metros de altura en el paso de Tanggula. A ochenta kilómetros de este puerto atisbamos la primera ciudad del lado tibetano, Amdo. La estación de ferrocarril todavía no está terminada pero ya se intuye que no sólo se tratará de una plataforma. Aquí el aire pierde densidad, y aunque esto no afecta a los pasajeros tibetanos para el visitante extranjero se han dispuesto tubos de oxígeno en los vagones e incluso cuenta con un médico en la tripulación.
Al final del viaje este Expreso habrá cruzado 233 puentes, los cuales le permiten avanzar sobre la estepa y superar las cumbres del sistema montañoso de Kunlun, que se extiende más de tres mil kilómetros en la provincia de Qinghai y de donde provienen los valiosos jades asiáticos. Una legendaria travesía solo apta para los viajeros más aventureros, deseosos por descubrir la antigua China, sus tesoros escondidos y su variopinta cultura; y todo ello, sin apenas dejar los raíles.


Más información: http://www.goldeneagleluxurytrains.com/trains/shangri-la-express/