Encontramos nuestro vagón mientras un agudo silbido suena a lo lejos. De repente, un movimiento nos empuja y comienza el traqueteo inconfundible bajo nuestros pies, miramos a nuestro alrededor y el paisaje cobra vida. Entonces tomamos asiento porque nuestro viaje ha comenzado.
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27 diciembre, 2014

EL FERROCARRIL DEL DESIERTO



A finales del siglo XIX cuando la llegada de las nuevas tecnologías inspiradas en la Revolución Industrial parecía inminente en casi todo el planeta, el cónsul norteamericano en Ecuador, William Wheelwright, comenzó a interesarse por las relaciones comerciales entre las recién instauradas repúblicas de América del Sur. Dicho interés sumado a sus ambiciosas ideas le llevaron a fundar en 1838 la Pacific Steam Navigation Company, una compañía de vapores dedicada al transporte internacional con la que acabó amasando una gran fortuna. Años después crearía la Sociedad del Ferrocarril de Copiapó a Caldera, el paso previo que llevó a financiar la primera línea de ferrocarril del país destinada a solucionar los problemas de transporte hasta la costa. Así, el 20 de noviembre de 1849 el gobierno chileno cedía a la Sociedad del Ferrocarril de Copiapó la concesión para crear un nuevo trazado así como para construir el Puerto Mayor de Caldera. Un hecho definitivo para comenzar la construcción del primer ferrocarril chileno que estaba a punto de acabar con los problemas de transporte entre los abundantes yacimientos del interior del país y el puerto marítimo de Caldera situado frente a las costas del Pacífico.
Corría el año 1850 cuando los ingenieros Evans y Campbell comenzaron a trazar el recorrido de las vías adoptando el ancho de 1.435 metros, el más utilizado en todo el mundo. Se encargaron las locomotoras a la fábrica Norris & Brothers de Filadelfia y los rieles a Inglaterra. Estos eran instalados sobre durmientes de roble hasta que meses después, por vía marítima, llegara la locomotora de vapor, la llamada Copiapó. Todo ello para que el día de Navidad de 1851 al ritmo de silbatos y campanas rodara por primera vez en la historia una locomotora en territorio chileno. Este primer tramo de la vía férrea tenía escasamente cuarenta kilómetros de longitud, entre la ciudad de Caldera hasta Monte Amargo. Cinco años le llevó a la Compañía del Camino Ferro-Carril de Copiapó hacer plausible el recorrido entre la estación de Caldera y Copiapó, en los que la locomotora empleaba cuatro horas.

Una línea que debía su planteamiento original al descubrimiento del yacimiento de plata de Chanarcillo en 1832 y que acabó uniendo las ciudades de Copiapó y Caldera. Se trataba del primer ferrocarril de Chile pero también de la línea de mayor distancia nunca antes construida en esa parte del Hemisferio. Ochenta y un kilómetros que quedaban a disposición de las empresas mineras que habían invertido gran parte de su capital en el proyecto. El 1 de enero de 1852 el primer ferrocarril de Chile comenzó a transportar diariamente el mineral extraído desde el interior sin ningún retraso hasta la costa. Poco tiempo después y debido a su éxito se añadieron setenta kilómetros más a través del valle de Copiapó sumando un total de 151 kilómetros que llegaban casi hasta la frontera con la Cordillera de los Andes donde Wheelwright planeaba crear un enlace internacional entre Chile y Argentina. Le faltaron 400 kilómetros de un total de 1.375 para completar su sueño.

Tras 58 años en manos privadas el ferrocarril chileno cedió ante la depresión económica que vivió el país en la década de 1870. No obstante, por aquellos años la red ferroviaria contaba ya con 1.600 kilómetros de vías. Con el tiempo, el decaimiento del sector de la minería y las altas tarifas hicieron que el Estado terminara adquiriendo los ferrocarriles en 1910. Un año en el que la histórica línea entre Copiapó y Caldera tuvo que modificar el ancho de sus vías e implantar la instalación de un tercer riel para conectar con la red Longitudinal Norte. En 1990 la línea quedó a cargo de Ferronor hasta que en 1997 fue adquirida por Andrés Pirazzoli y Cia., incluida la vía y la franja de terreno que ocupa. Actualmente, Ferronor utiliza solo algunos tramos que forman parte de la red longitudinal, por lo que el resto se encuentra en total estado de abandono. Esta situación ha provocado que la vía entre Copiapó y Caldera se encuentre hoy cubierta por una espesa vegetación y por arena de las dunas cercanas a la costa, lo que hace muy poco rentable su recuperación.
Con todo, la Copiapó ostenta el honor de ser la locomotora más antigua que se conserva en América del Sur. En tan solo siete años de actividad recorrió 118.350 kilómetros y su llegada a Chile repercutió directamente en el desarrollo del país, permitiendo entre otras cosas la creación del puerto de Caldera y la llegada de agua potable a la población. Este ferrocarril de vapor fue uno de los verdaderos protagonistas del desarrollo del norte de Chile. Declarada Monumento Nacional en 1952 y tras ser exhibida en el Museo Nacional, desde 1945 la Copiapó forma parte del patio de la Escuela de Minas de la Universidad de Atacama.