En el siglo XVII la zona que se encontraba frente al Louvre,
al otro lado del Sena, era un enorme jardín propiedad de la Reina Margarita de
Valois. Tras su muerte, el espacio fue
adquirido por la aristocracia que levantó allí elegantes palacetes y suntuosos jardines. Dos
siglos más tarde, justo en el lugar que fuera elegido para construir la estación de
Orsay, se encontraban la Caserna de la Caballería y el Palacio de Orsay. En
1871, en la época de la Comuna, el barrio fue incendiado permaneciendo en
precarias condiciones durante tres décadas. No fue hasta la Exposición Universal de 1900 cuando surgieron nuevos proyectos para la capital francesa, entre ellos, construir una estación que permitiera traer a los visitantes al mismo centro
de la ciudad evitando así el paso por la periférica estación de Austerlitz. Así, en
1898, el Estado eligió a Víctor Laloux (autor del ayuntamiento parisino) para
llevar a cabo el proyecto: integrar una estación de trenes en aquel elegante
barrio repleto de palacios y edificios monumentales.
Por este motivo, Laloux decidió cubrir la fachada exterior de piedra caliza
blanca para integrarla mejor en el prestigioso vecindario y el cercano Palacio
del Louvre. Se utilizaron doce mil toneladas de acero y treinta y cinco mil
metros cuadrados de vidrio, pero en tan solo dos años la estación estuvo lista (aunque en principio, como le pasó a la Torre Eiffel, no fue muy bien
aceptada). Para completar el impecable proyecto un hotel adyacente daba albergue a 400
personas. Además, aquellos nuevos trenes evitaban los molestos efectos del humo
y del vapor, por lo que se conservaba intacta la elegancia tanto fuera como dentro del
recinto.
El
14 de julio de 1900 la orilla izquierda del Sena quedó oficialmente ocupada por
un soberbio edificio de 188 metros de largo y 75 metros de ancho. La terminal
era de estilo modernista y en su interior alojaba un gran hall de 32 metros de altura, una
recepción en la planta baja que distribuía los viajeros en varios ascensores y montacargas
para los equipajes, a lo que se añadían dieciséis vías que reposaban en el
subsuelo, con sus trenes y la tracción eléctrica.
A partir de 1930 y durante casi una década la estación
encabezó la línea suroeste del país uniendo París con Orleáns. Con el tiempo, sus
andenes resultaron insuficientes debido a la electrificación progresiva de las
líneas férreas, y a la prolongación de trenes y enlaces dado el progresivo
crecimiento de la ciudad. Después de ser usada con diversos fines militares en la
segunda Guerra Mundial, servir de escenario de películas y hasta como refugio
temporal para una compañía teatral, la estación de Orsay cayó en desuso.
Amenazada de demolición y de reemplazo por un gran hotel moderno, se benefició de un renovado interés estatal por el siglo XIX, lo que propició su inscripción
en el inventario suplementario de monumentos históricos el 8 de marzo de 1973.
Poco después, se planteó la posibilidad de establecer aquí la sede de
un museo de arte por lo que se empezó a restaurar aquel magnífico edificio
designado finalmente como monumento
histórico en 1978.
Detalle de la bóveda de cristal |
Hoy, esta antigua estación que abrió sus puertas en 1986
gracias a la aclamada remodelación de arquitectos franceses e italianos
(Philippon, Colboc y Bardon con la adaptación interior de Gae Aulenti), es uno
de los museos más reconocidos del mundo. Se recuperó la bóveda original y se reconstruyeron
terrazas y galerías para articular el espacio interior en tres niveles
horizontales. Un lugar inigualable para una excepcional colección de arte de
mediados del siglo XIX y principios del XX, en total unas 4.000 piezas
expuestas en 80 galerías. Desde 2011 el museo afronta una nueva etapa tras dos
años de renovaciones (valoradas en 25 millones de euros), que han permitido
ampliar en dos mil metros sus galerías principales.
Quien le iba a decir a aquella vetusta estación incapaz de
seguir el paso del tiempo, que más de un siglo después de su inauguración iba a ser transitada por más de setenta millones de visitantes.